Soy una gamer. Respondí a La llamada de Cthulhu y corrí en las sombras con hackers y chamanes. Atravesé las antiguas tierras de Greyhawk, Faerum y Eberron con compañeros viejos y nuevos. Tiré dados y jugué cartas e hice que hombres mordieran el polvo jugando juegos de guerra de mesa. Ya no lo hago más. Desde julio del 2015, fans del juego Malifaux me han estado intentando abrumar con amenazas de muerte y violación solo porque soy una mujer que tiene una opinión sobre el juego.
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