Es intolerable que el sistema sanitario público se vea sometido a la presión que suponen miles de médicos que aceptan “transferencias de valor” de las industrias farmacéuticas, una cuestión que sería vista como corrupción en el resto de la Administración. En el campo de las enfermedades infecciosas, resulta incomprensible que el Ministerio de Sanidad asista impasible al “riego” de dinero de empresas farmacéuticas del campo de las vacunas pues, además de sobreprecios e irracionalidad en su uso, se provoca el descrédito de las mismas.
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