Esta simbólica infraestructura fue inaugurada en 2002 y es obra de Santiago Calatrava. Durante gran parte del mandato de Barberá se convirtió en uno de los símbolos de "su" València ya que lucía lleno de flores durante todo el año, lo que obligaba a cambiar y renovar las plantas tres y cuatro veces al año. En 2011, por ejemplo, el mantenimiento del Puente de las Flores costaba cerca de 500.000 euros al año, entre las replantaciones, el coste del personal y la renovación de las maceteras que sufrían el vandalismo de forma periódica.
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