Durante los últimos cuatro años, el señor que se presentaba a todo el mundo como cónsul ha vivido en este céntrico barrio de Madrid, cerca del poder y la toma de decisiones de la nación. En este tiempo alquiló tres apartamentos y dos locales comerciales a caseros satisfechos por firmar un contrato de arrendamiento, con todas las inseguridades que eso conlleva, con el representante de un Gobierno. Una nómina segura a fin de mes. Sus modales exquisitos agradaban de primeras. Era cortés y respetuoso, con un deje aristocrático.
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