La crisis del sistema público de pensiones y la incapacidad de los partidos políticos para proponer alternativas realistas a los venideros megarrecortes han generado un sentimiento de frustración y negación entre aquella parte de la población que todavía conserva su fe en las bondades de lo público. En lugar de cuestionar la estructura misma del piramidal esquema de reparto, se opta por buscar culpables de su mala administración: si “no hay dinero” no es porque la Seguridad Social haya prometido dar a los pensionistas mucho más de lo que puede.
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