Nuestra mente no tiene suficiente capacidad para procesar toda la información que nos rodea. Por esa razón, somos selectivos. Esa selección se basa casi exclusivamente en un baremo: que la información posea carga dramática. Tiene su lógica: en el pasado era esta clase de información la que nos permitía sobrevivir. El problema es que nuestros miedos pretéritos ya están desactualizados y no han sido sustituidos por miedos mucho más perentorios. Por ejemplo, es diez veces más probable que nos suicidemos a que alguien nos asesine.
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