Hasta hace pocos años, la economía nacional alemana bebía de un suministro barato de energía proveniente de Rusia y de la externalización de parte de la producción a países asiáticos, principalmente China. Es decir, esta dependencia hacia Moscú y Pekín es particularmente más acusada que la de otros países, lo que tiene indudables consecuencias en una fase de transición verde y en momentos de tensión geopolítica como el actual.
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