(...)Tras un hecho trágico, como es el asesinato de unos niños, es más que comprensible que se apodere de la sociedad el desconcierto y la conmoción. Como también es comprensible que se clame justicia. Pero es inadmisible que la rumorología, las ansias de la policía por encontrar al culpable y el juicio paralelo condenen sin contemplación y en base a prejuicios. Pues no hay nada más peligroso que una turba que, avivada por los medios de comunicación, piense que es necesario hacer “justicia” y para ello quiebren la presunción de inocencia.(...)
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