Luis Rubiales había conocido a Tomás Carmona hace 15 años. En verano de 2008 -cuando la heroína de la selección apenas tenía 8 años- el empresario sevillano se presentó como cabeza visible de un grupo inversor que quería comprar un Levante arruinado. Rubiales capitaneó la huelga de la plantilla, que pasó varios meses sin cobrar, y se entrevistó como representante del vestuario con el propio Carmona para conocer su plan de viabilidad. El Levante acabó convocando el concurso de acreedores y Carmona desistió en el desembarco en el Levante.
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