El incremento de la población de oso pardo en la cordillera Cantábrica ha llevado a estos animales a adentrarse en núcleos rurales, en zonas habitadas por el hombre, con el consiguiente aumento de episodios en los que interaccionan con personas y animales domésticos. Los efectos de ese acercamiento preocupan a los científicos por ser un escenario «idóneo» para la aparición y la propagación de patógenos que podrían «comprometer» la supervivencia de la población osera.
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