“Marúan estaba tendido en la mesa de operaciones cuando las luces parpadearon y se apagaron. Encendí la linterna que utilizaba en esas ocasiones, pero empezó a fallar al fallar las pilas. La enfermera a mi izquierda sacó su teléfono móvil del bolsillo y lo encendió, ofreciendo la única luz en el sótano a oscuras. Otros hicieron lo mismo con sus móviles, enfocando las luces hacia la herida y dando la luz suficiente para que yo pudiera seguir reparando el cuerpo roto del chico.
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