Una de las más solitarias noches de mi vida fue cuando me masturbaba para un extraño australiano en el único sitio de chat con webcam que cargaba con la mierda de Wi-Fi del hospital. No quería dar la cara ante la cámara, y no me importaba si era porque era famoso, casado, o feo. El Internet era tan lenta que el sonido se detuvo, por lo que hablábamos escribiendo. (...) Era la última maldita vez que jamás conseguiría para mostrar mis tetas a un desconocido sin ninguna cicatriz.
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