Las voces venían de la entrada pero hasta los más furibundos franquistas ya habrían abandonado la explanada siendo ya de noche. Eran voces extrañas, demasiado opacas en aquel recinto. Voces acompañadas de un horripilante retumbar metálico. Aceleró el paso. Llegó al vestíbulo, vio unas masas borrosas moviéndose en la penumbra y haciendo entrechocar algo que provocaba un ruido descomunal. Sacó muy nervioso el manojo de llaves y logró abrir la reja temblando.
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