Casi de forma cíclica, un escándalo sobre filtraciones, agujeros de seguridad o cambios en los términos de uso nos recuerda lo expuesta que está nuestra privacidad en el mundo hiperconectado del siglo XXI. El último cataclismo de este tipo ha golpeado, y con fuerza, a Facebook, no tanto por los datos que recopila de sus usuarios –cosa que no sorprende ya a casi nadie– sino por el uso que se puede hacer de los mismos si existen malas intenciones.
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