Desde el nacimiento el bebé tiene un destino: su domesticación para la sociedad patriarcal. Ha de convertirse en un adulto, en hombre o mujer capaz de funcionar en esta sociedad dividida en herederos y desheredados y jerarquizada en todos sus estratos; obedeciendo y dando las órdenes que regulan todos los aspectos de la vida pública y privada; luchando por obtener, mantener e intentar ampliar una cuota de poder; capaces por ello de comerse al de al lado y ocupar su puesto; y capaces, en fin, de contribuir a reproducir las instituciones.
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