No nos engañemos. La bomba de relojería que tenemos entre manos no es propiamente el caso concreto de la hepatitis C, el escándalo del Ébola o un precio de los medicamentos que los Estados del bienestar no puedan asumir. Ésos son debates aislados. El verdadero peligro se encuentra en un sistema farmacéutico fallido que pide a gritos una discusión en profundidad y una reforma revolucionaria.
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