Nicanor Parra, el poeta chileno que contrarió eso de que nadie vive 100 años -él vivió 103-, escribió décadas atrás que «Chile creía ser un país y era apenas un paisaje». En Chile no existe una persona que no tenga un exiliado cercano. No hay una familia que no tenga un pariente mandando saludos desde Canadá, Sidney, Oslo o Las Canarias. Chile era un milagro, tenía lo impostado, lo falso, lo premeditado, lo dogmático de los milagros. Y duró hasta que se rompió esa cadena de fe ciega, la cadena del baño viejo de la fe. Y la obediencia.
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