Temen que sus hijos e hijas las descubran. No quieren que conozcan su activismo por el correcto abordaje de la "disforia de inicio rápido" (DGIR) por temor a que no entiendan su postura y su vínculo familiar quede dañado. Lo que estas madres quieren es "que se permita a los profesionales atender los malestares previos a la disforia, diagnosticar —quien debe hacerlo es el profesional, no el paciente— y tratar de acuerdo a un planteamiento prudente, que permita a los menores madurar antes de tomar decisiones irreversibles".
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