En un mundo idílico podríamos pensar que las declaraciones de los dirigentes de grandes potencias se ajustan a la realidad y que, por tanto, actúan guiados única y genuinamente por la defensa de los derechos humanos, del derecho internacional y del bien común. Pero no vivimos en un mundo idílico.Ningún gobierno va a confesar públicamente que sus políticas están destinadas a enriquecerse a costa de las materias primas de otros o de la venta de armamento propio. Por eso nos dicen que hay que hacer la guerra para preservar la paz
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