Jamás había visto la muerte tan de cerca hasta que estuve en el Himalaya. Qué diablos, antes de ir al Everest ni siquiera había estado en un funeral”, escribía el alpinista y periodista Jon Krakauer en su libro Mal de altura, donde relata su experiencia en el desastre de 1996. No fue la primera tragedia ni sería la última. Las avalanchas de 2014 y 2015 cubrieron la montaña con un manto mortal y han dejado desierta la cumbre las dos últimas primaveras. Un duro golpe para el ánimo de sherpas y alpinistas, un mazazo para la economía de Nepal.
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