Lo de menos son las interminables sesiones maratonianas que pueden acabar con las taquígrafas más duchas y resistentes. No creo que nadie espere ya más de un rifirrafe entre Pablo Manuel y Mariano. El defecto del primero es sin duda la virtud del segundo. Pablo ha dejado pasar ya muchos trenes. Mariano sigue anclado en estación Moncloa viendo trenes pasar entre habanos, mientras lee el Marca. El de morado es prácticamente un líder amortizado al que la prisa por asaltar los cielos le ha atropellado las formas y le obliga al constante espectáculo
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