En París, tras la caída de Napoleón y la restauración borbónica, se vivía un periodo tenso entre quienes temían el regreso del terror de la Revolución y quienes habían experimentado recientemente el Segundo Terror Blanco con el rey Luis XVIII. Por ello, cuando cientos de víctimas comenzaron a sufrir pinchazos por parte de atacantes inidentificables (piqueurs) en 1819, el pánico a un enemigo invisible tomó forma.
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