Nadie quiere los colchones usados. Son lo primero que salta cuando se adquiere una vivienda de segunda mano. Son difíciles de transportar en un vehículo convencional, costosos de reciclar y caros hasta en su desahucio, ya que desmontar un solo colchón para su clasificación y separación de los materiales cuesta alrededor de 40 euros. Por este motivo, no los quieren ni los vertederos, salvo los que están especializados en el tratamiento de la gomaespuma, del tejido que la envuelve o del hierro de sus muelles.
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