El laicismo implica la neutralidad de las instituciones, neutralidad que asegura un trato igual independientemente de si se cree o no en Dios y, si es el caso, del Dios en el que se crea. Ni la democracia pretende aniquilar los partidos políticos, ni el laicismo pretende atentar contra las creencias religiosas de cada cual. ¡Faltaría más! Democracia y libertad política son indisociables, tal y como lo son laicismo y libertad de conciencia.
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