Las autoridades consideran que la estafa puede ser una de las mayores investigadas en el país suramericano. Utilizando su condición de autoridades religiosas, en los templos los criminales incentivaban a los fieles a invertir su dinero en falsas operaciones financieras o en proyectos humanitarios que no existían. A cambio, les prometían retornos astronómicos. Integrada por unas 200 personas, la banda movilizó unos 30 millones de dólares en cinco años y creo 40 empresas pantalla y más de 800 cuentas bancarias sospechosas.
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