Nadie lo sabe aún, pero dentro de una de las 25 bolsas de plástico blancas amontonadas en un remolque está el cuerpo de Bayron Adalberto López Fajardo. Un equipo de la Universidad Estatal de Texas en San Marcos lo descarga con cuidado y mucho esfuerzo —pesa el doble que en vida— de un camión y lo coloca entre otras mortajas que, en vista de la cantidad de moscas que revolotean, llevan allí unas cuantas semanas. Así quedará, descomponiéndose a la intemperie en un remoto rancho del suroeste de EE.UU.
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