Cada día llegan a la central de autobuses de Tijuana unas tres jóvenes que suelen acabar en los prostíbulos. El sistema siempre es el mismo: unos hombres esperan en la central, ofrecen a las muchachas (la mayoría analfabetas y muchas con historia de abusos sexuales) una ducha caliente, comida y una cama. No dicen nada de la cuenta.
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