A pesar de que la ley lo prohíbe desde finales de 1998, en el sur de la India todavía es habitual que muchas familias, sobre todo de la casta baja (dalit) y extremadamente pobres, ofrezcan a sus hijas a una diosa. Oficialmente, para hacerlas esclavas de la divinidad. En realidad las condenan a una vida de prostitución. "En las aldeas todavía hay gente que cree que acostarse con esas prostitutas sagradas es una práctica religiosa", explica Arun Pandey, de la ONG Arz, socia de la italiana WeWorld, que se dedica a rescatar a mujeres y niños.
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