Con la palabra decimos la verdad o mentimos como bellacos. Lo peor que podemos hacer con la palabra es despojarla de valor, llenarla de un significado que la convierte en nada, o más aún: obligarla a decir lo contrario de lo que auténticamente significa. Cuando, por poner un ejemplo, escucho a Pablo Casado o Abascal hablar de libertad o democracia, me entran ganas de pasar directamente a la clandestinidad.
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