Si hablamos de precariedad, de desigualdad y de empleo feminizado hay un sector que lleva desde su orígenes encarnando estas características con pocos visos de progreso. Se trata de las conserveras, trabajadoras de las fábricas de anchoas encargadas, principalmente, de empacar el pescado. Contratos temporales, que no facilitan la conciliación y con remuneraciones inferiores para ellas respecto a ellos por una misma tarea son la seña de identidad de esta profesión.
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