En este caso, la condena asciende al pago de 30.00 euros a una trabajadora en las cocinas de una residencia de ancianos que tuvo que sufrir durante meses, junto a sus compañeras, comentarios despectivos de un encargado que las llamaba "guarras", "cerdas", cuestionaba su trabajo e incluso les obligaba a tapar errores sobre inventario o distribución de ingredientes en los platos.
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