El caso de Nicolás, un chico joven que se colaba a codearse con empresarios, políticos y figuras de postín allí donde podía e intentaba estafarles, ha sorprendido y a algunos los ha indignado.Pero en este tipo de historias hay que intentar rascar. ¿Cómo puede ser que empresarios más o menos inteligentes, con experiencia y capacidad racional, con años en su espalda de lidiar con trepas e impresentables fueran timados por un chaval cuya única habilidad era mostrar un desparpajo de dimensiones épicas?
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