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El periodista Iván Castelló conoció a Jesús Gil y Gil en 1987, cuando trabajaba en la redacción de deportes de la Agencia Efe. Y le sorprendió su franqueza. Reconoce que era un tipo que, en las distancias cortas, caía bien. Pero detrás del chándal, los oros y su capacidad para regalar titulares a diestro y siniestro se escondía el paradigma de la corrupción
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