El regreso a los estadios ha traído escenas que han indignado al aficionado de a pie, que se tiene que ceñir a unas normas estrictas que le obligan a mantenerse al aire libre sin comer, beber ni quitarse la mascarilla, mientras que los aficionados más pudientes, ubicados en palcos cerrados, los observan con un cubalibre en la mano.
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