Las aulas de nuestro país deberían ser laicas. Laicismo no es, por mucho que algunos interesadamente lo confundan con ateísmo, nada más que postularse por la necesidad de que la religión pertenezca al ámbito privado de cada cual. Que la escuela sea laica no va en contra de católicos, agnósticos, musulmanes, evangelistas, budistas o ateos. Que la escuela sea laica va acorde con la necesidad de que los centros educativos se dediquen a su verdadera función: educar. Y la educación no debería entender de credos. Ni de unos, ni de otros.
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