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Comenzó con la habitual escena dramática: una serie de destellos brillantes se siguieron una a otra alrededor del estadio condenado, emitiendo docenas de columnas de humo. Y luego... nada. Mientras el humo se disipaba, el famoso Silverdome de Detroit seguía de pie. Las explosiones ocurrieron el domingo a las 8:30 a.m. hora local. Los explosivos se colocaron en cada una de las vigas de acero que sostienen el anillo superior del estadio. Se suponía que las explosiones rompería las vigas y provocarían que el colosal anillo se derrumbara.
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