En contra de los mensajes publicitarios que nos remiten a cerdos correteando y hocicando felices al aire libre, más del 95% de la carne de cerdo que se consume en el Estado español procede de granjas intensivas. La Directiva de la Unión Europea que establece las "normas mínimas para la protección de cerdos" permite prácticas tan lesivas para su bienestar como el destete a la fuerza, la mutilación de genitales o el encierro de cerdas en jaulas donde no pueden ni girarse ni ponerse de pie.
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