El menor acudió en dos ocasiones, con dos días de diferencia, a un hospital del Servei Català de la Salut aquejado de dolores abdominales, pero se le dio el alta tras diagnosticársele una infección. En una tercera visita al hospital al día siguiente, tuvo que ser intervenido quirúrgicamente, lo que obligó a extirparle el testículo. La sentencia reconoce que, si bien la torsión testicular que sufría el menor es ajena a la actuación de los médicos que lo atendieron, el daño sufrido deriva del "incorrecto" diagnóstico y, sobre todo, tratamiento.
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