Si quieres comprender qué hacer con el reciente fiasco del 737 Max, ayuda empezar por entender que Boeing no es una compañía privada, sino una entidad estatal en todo, excepto en nombre. Y eso es en parte porque la compañía tienen un inmenso poder de mercado. Las aerolíneas no tienen a nadie más a quien acudir, porque su principal rival, Airbus, no puede proveer los nuevos pedidos para reemplazar a los jets de Boeing, al menos no durante años. Y eso implica que el gigante aeroespacial no está sujeto a ninguna disciplina respecto a sus clientes.
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