Un ‘síndrome ansioso depresivo’ encerró un día en su casa a Ana. «Un día, de repente me dije: Tienes que salir de esto, de dejar de ser una víctima... y ahí empezó todo. Los primeros días esperaba a que mi marido llegara del trabajo y me cogía del brazo para dar una vuelta a la manzana. Cada día andaba un poco más, hasta que a los 3 meses caminaba 18 kilómetros sola». Hace mucho que Ana ya no toma ningún tipo de medicación. Sus análisis de sangre, antes llenos de asteriscos, son hoy un dechado de buena salud.
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