“¿Hay alguien en España que pueda enviarme una pierna ortopédica?”, suplica trémula Cemile, de 35 años y tendida en un colchón en el suelo de una enfermería improvisada en el pueblo fronterizo de Suruç. Su huida de Kobani a la desesperada, vadeando la verja que separa esa localidad kurdo-siria con Turquía, le costó un muñón en la pierna izquierda.
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