Con el cambalache sobre derogaciones que solo fueron en el nombre y que nunca serán en la práctica, ha pasado desapercibida la verdadera magnitud del asunto. Lo que está en juego no es la recuperación de las indemnizaciones por despido improcedente previas a la reforma laboral de 2012, que supuso un claro abaratamiento de las mismas al pasar de 45 días por año trabajado a 33. Lo que hay detrás de esta pirotécnica retórica que parece concluir con la excusa de que no es posible técnicamente derogar la reforma laboral de 2012 es algo más grave.
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