Oigo voces en la calle. La cristalera del balcón está abierta, entran el calor, el ruido de los coches y su voz. Una voz enfadada, que grita, que increpa. Miro hacia fuera. Es él. Ya lo conozco, lo he visto otras veces con otra cara, con otro rostro, con otra ropa y otra apariencia, pero sigue siendo él, no me confunde.
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