Es el estatus que tiene el pulpo. Un ser «sintiente» al que la ciencia reconoce «inteligencia y emociones». Al tiempo, es una delicia gastronómica, un «producto» cada vez más caro y demandado que se hace hueco en nuevos mercados como Estados Unidos. Esa ingente demanda, que incluye Asia y Europa, ha puesto a estos cefalópodos en el punto de mira de la industria alimentaria que vio una oportunidad en un gran hito científico: lograr la reproducción de estos animales en cautividad. Pero ¿es ético?
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