La realidad es que Galicia pierde población de manera progresiva, pero no solo cae su censo demográfico, sino que registra una situación más grave: el vaciado de vecinos en las pequeñas aldeas y núcleos diseminados por el rural. De hecho, cada semana del pasado año, de media, dos enclaves poblacionales se quedaron sin gente, pasando a formar parte de la lista negra de las aldeas abandonas.
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