No hay paraíso, por más idílico, relajante y tranquilo que resulte, sin su crónica negra. Andorra no es la excepción. Si alguna vez has viajado al Principado desde su frontera con Francia, en El Pas de la Casa, quizás te hayas fijado en una estampa curiosa que desentona con el entorno de la montaña pirenaica: coches y más coches aparentemente abandonados y a menudo destartalados. No son vehículos de excursionistas, ni de turistas. Su historia es menos romántica y se presta más a las páginas de la crónica judicial que a las de las guías de viaje
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