Las restricciones y decisiones políticas siempre parecían sine die, o con una fecha de caducidad basada en «hasta que mejoren las cosas». Los plazos y criterios eran secretos. Luego mejoraban, según unos indicadores opacos, y las restricciones no necesariamente desaparecían. Lo sorprendente e indignante es que a veinte meses del inicio de la pandemia todavía no haya transparencia sobre los siguientes pasos.
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