A falta de revelarse el detalle de los resultados, es evidente que ha habido un voto nacional que ha atravesado los partidos, divididos en función de su conciencia más o menos ecológica. La presión de algunos estados miembros sobre los eurodiputados ha sido una constante, así como las relaciones entre el sector del coche y los europarlamentarios, llegándose al el extremo de que los primeros han llegado a redactar enmiendas para los segundos.
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