Los sabotajes de los gasoductos de Nord Stream 1 y 2 han despertado todas las alertas en el sector energético de la UE. Si se ha podido atacar una infraestructura crítica en aguas comunitarias, ahora sobrevuela la sombra de que pudiera volver a repertirse de nuevo en otro punto del territorio. Noruega está desplegando su ejército para proteger las instalaciones de petróleo y gas, la guardia fronteriza de Finlandia aumenta su monitoreo del tráfico marítimo y la infraestructura, y Dinamarca está aumentando el control en sus plantas de energía.
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