Hace un par de años, cuando comenzó a hablarse del final de la globalización, lo usual era negarlo, ya fuera convirtiendo a Xi Jinping en campeón del comercio internacional, como se hizo en Davos, o insistiendo en que todo eran resistencias pasajeras. Después, se optó por emplear términos amables, como la desglobalización, o se señaló que estábamos ante revueltas completamente globales, pero en síntesis se hablaba de lo mismo: el orden internacional construido tras la caída del muro ya no estaba vigente.
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